miércoles, 27 de octubre de 2010

Hacía mucho que no lloraba


Hoy era un día de esos que parecía iba a ser agradable, porque el Censo nos demostraba que podíamos seguir haciendo cosas como país, juntos. Nunca me imaginé llorando, y digo llorando como algo que no me avergüenza. Llorar es bueno, ante cosas buenas y ante cosas malas. Pero hacía mucho que no lloraba, uno lo hace, por lo menos yo, en situaciones de emoción y profunda desazón. Esto último me pasó hoy.

La noticia de la muerte del ex presidente Néstor Kirchner me la dio Víctor Hugo, con su voz expresiva. No supe que hacer, o mejor sí, llorar. En la cama como cuando era chico ante la no aceptación de lo que pasaba. Nunca pensé que podía llorar por él pero lo hice. Y supongo que no es por la puesta en escena de la televisión, momentánea, larga, interminable, ni siquiera por la conmoción que genera la noticia dada de improviso, cruda. Fue porque con Néstor Kirchner se fue un tipo que puso a la política en primera plana. La revalorizó. Puso a la política como lo que debe ser, un espacio de discusión e inclusión, sobre todo eso.

Cuando habían pasado 23 años de mi vida en la que no veía una salida en este país este tipo vino a hacer lo que cuando éramos más jóvenes soñábamos en plena época menemista. Lo que soñábamos cuando estábamos en la facultad a fines de los ’90 y durante la crisis del 2001. Es decir, reforzar el rol del Estado, luchar contra las corporaciones que nos destrozaron en los últimos 30 años, trabajar en la inclusión, y hasta luchar por una Ley de Medios que supere a la sancionada en la época militar, recuperar la esperanza. Eso, recuperar la esperanza.

Nací en 1980, en la dictadura, fui pibe cuando los mismos a los que Kirchner enfrentó se encargaron de tumbar a Alfonsín. Empecé a conocer lo que era la política con Menen en la presidencia. Con ese trasfondo e historial, desde 2003 empecé a creer en la política. No lo había votado, y así y todo fue el único que no me defraudó.

Cuando había un tipo que había logrado eso en mí y todavía tenia mucho para dar, ese tipo se muere. Hasta llegué a pensar que Dios no es argentino. “Estamos condenados en este país” me dije.

Después pensé y me di cuenta que se avanzó mucho y que va a ser difícil que se vuelvan atrás cambios tan profundos y estructurales, que debemos acompañar a la Presidenta en este camino. Que hay mucha gente que pensaba así y que hoy lo dijo, que la gente buscó la calle para despedirlo al hombre y al estandarte de este camino. Hay que seguir adelante cada uno desde su lugar defendiendo este camino.

Por todo eso lloré, no me da vergüenza decirlo. Hacía mucho que no lloraba.

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